miércoles, 17 de octubre de 2012

Desde Guadalajara con amor

 Con Guadalajara he tenido un amor a primera vista, o quizá dos, pero de eso podemos hablar en otro momento. Una ciudad musical, espontánea, cálida, en la que se respira cultura. Puedes ir a la Cantina La Fuente donde suena un piano mientras lo borrachos más auténticos cantan tonadas y boleros a voz en grito con sus copas en la mano, puedes asistir a una jam de blues que acaba convirtiéndose en pura improvisación, de la de verdad...



 El concierto del 12 de octubre en el Café André Breton fue uno de esos en los que se respira una atmósfera apta que para que se dé lo que se llama una gran noche como la que fue. Pude contar con la colaboración de la cantante mexicana Lüla Reyna (sin ella nada habría sido posible), del guitarrista Rudy Chávez, líder de la banda Maraventho y amante de la rumba catalana al más puro estilo Gypsy Kings, y para más sorpresa, cuando terminó supuestamente el concierto un chico y una chica, valencianos, muy jóvenes, muy tímidos, pidieron tocar una canción y se subieron al escenario. Jorge Garay empezó a rascar la guitarra por bulerías y de pronto empezó a sonar la voz de Ana Burgos. Les juro damas y caballeros que se me pusieron los pelos de punta: una voz portentosa, con aire coplero a ron y tabaco, pura pasión, una entrega total al cante que saltó las lágrimas de algunos presentes y, sobre todo, una voz de ella misma. Así que tuve el placer de presenciar y más tarde compartir varios días con este magnífico dúo llamado Naide. Dos valencianos que hicieron las maletas y se largaron de España a buscarse la vida, tocando en terrazas, plazas de toros, cantinas y restaurantes, dos luchadores pura sangre labrándose un futuro en el gran continente.

 A mí me queda poco tiempo por aquí, pero sé que pronto volveré...

jueves, 11 de octubre de 2012

Manka Saya, desde Chile rompiendo fronteras


Tuve el placer de compartir dos noches con estos magníficos artistas y mejores personas, y de asistir a uno de los concertos más emocionantes de mi vida (también junto a mis queridos Lucía Munagorri y Franco Torti, culpables directos de que unos y otros participásemos en el Festival Internaconal de Tamaulipas). La experiencia dio lugar al poema que podréis leer a continuación. Disculpen la cursilería en algunos pasajes, no lo he podido evitar...


El grupo Manka Saya,
compañeros chilenos,
músicos del mundo,
crearon la magia
en la plaza de San Fernando.

Hasta el gobernador bailaba la cueca

y, de pronto,
sin que se diera cuenta,
cacique y pueblo eran uno,
sin diferencia y sin rango,
sin amo y sin señor,
sin dueño y sin esclavo.

Por un rato la libertad asomando
como una quimera,
la música callando los disparos,
el arte rompiendo las fronteras

 de los hermanos americanos.







miércoles, 10 de octubre de 2012

Reynosa: la guerra del narco y la frontera



Volviendo de Reynosa hacia San Fernando, en el estado de Tamaulipas colindante con USA. El territorio fronterizo es desolador, como si la cultura gringa desbordara la frontera, un territorio sin alma, sin identidad, poblado de fantasmas. Por eso llaman pochos a los habitantes de esta zona, que no son ni mejicanos ni gringos. Algunos (de hecho, los pocos que se lo pueden permitir) viven en ambos países cruzando continuamente la frontera.

 La ciudad de Reynosa es grande pero impersonal, rodeada de megacentros comerciales y hoteles y el fantasma del narco que asola todos los pueblos sin protección, viviendo una guerra de la que nadie habla, pero que atestiguan los militares armados en las calles y los continuos controles y el miedo que se respira en el ambiente.

 Anoche conocí a Alberto, un pocho cuya mayor vocación es la de ser argentino algún día. Me estaba contando historias sobrecogedoras que le habían sucedido, experiencias que rezo para no tener en lo que me queda de vida, que elevan la crueldad del ser humano a una escala inimaginable. De pronto se quedó callado y me miró. "¿Escuchas los disparos? Es así cada noche, compadre". Alberto está vivo y de una pieza, pero si le miras fijamente a los ojos puedes ver que alguien le ha robado su alma, y que nadie se la va a devolver. Habla de fe, pero a mí me da que no le queda un ápice de ella.



 Esto es como el salvaje oeste de las películas que veía de pequeño: reza para que no te persiga la policía, reza más todavía para que no te encuentren los mañosos. Cuando se ponga el sol, ni se te ocurra pisar la calle si quieres volver entero a casa. Y si lo haces atente a las consecuencias...

martes, 9 de octubre de 2012

Mèxico Df, la ciudad que no termina



 Mèxico Df es un monstruo gigante que se extiende en todas direcciones, por cientos de kilómetros, llena de gente, de astascos y de humo. Su cielo es gris y su aire, viciado, pero la hospitalidad y la autenticidad de su gente, el compromiso y la pasión de sus artistas la hacen más humana.
 Aquí se mezcla la vorágine de la macrosociedad capitalista con la identidad latente del pueblo indígena, el orgullo de los imperios antiguos con la modernidad y la vanguardia en el arte (sólo en 5 días he asistido a más exposiciones y conciertos que en todo un mes, aunque quizá sea mi condición de viajante la que me atrae a todos los lugares).
 Una ciudad mestiza, horripilante, sobrecogedora y maravillosa.