miércoles, 7 de mayo de 2014

España y la endogamia musical

                                   

Como dijo Ska-P, España el país de la patraña. Yo digo España, el país donde la mediocridad es la ley. Hablamos de un país donde la endogamia está en todas partes (en la economía, en la política y, cómo no, también en la música). El trato de favor, el amiguismo, el oligopolio, las alianzas más bien oscuras que se cuecen entre unos pocos son, lamentablemente, la regla general.
 Yo hablo de música porque es lo que tengo más cerca y de lo que vivo. Conozco algunas productoras y a los tipos que trabajan en ellas, conozco a las bandas que tocan en los festivales (no a todas, pero si a las suficientes) para saber cómo funciona este asunto. Yo mismo he vivido la experiencia de formar parte de uno de esos McDonald´s veraniegos de la música.
Los festivales no hacen un esfuerzo por ofrecer tanto un cartel de calidad, sino un cartel que les salga rentable. Eso en principio es algo comprensible, ¿no?  El secreto (a voces) está en 4 promotoras de grupos que hacen y deshacen a voluntad los carteles de los festivales. No es de extrañar, pues, que siempre aparezcan los mismos grupos en la letra grande, cobrando cachés muy generosos, en detrimento del resto de bandas menos conocidas. Porque ésa es otra: la otra cara de la rentabilidad es meter en el festival a varias decenas de bandas emergentes cobrando una miseria (a veces no da ni para cubrir los gastos) con la promesa de una gran promoción en todo el país. Muchas veces en forma de “concursos” que te dan el “privilegio” de participar en el festival. Para que lo entienda todo el mundo esto es como el rollo de los becarios. Ven a trabajar gratis que luego podrás decir que tienes experiencia y bla bla bla… el problema es que van tirando de grupos, luego muchos de esos grupos se van a la mierda y cada año cogen otros nuevos ingenuos para rellenar sus carteles. Ofrecen un festival con 90 grupos de los cuales 70 seguramente no han visto ni un euro.
Según mi punto de vista debería haber una regulación en ese aspecto, aunque en el país que vivimos es impensable, de momento. Pero solo la idea de que una banda que fomenta ideales más bien progres e igualitarios cobre un dineral por un bolo y que se permita que en el mismo escenario vaya otra banda menos famosa (pero quizás con la misma experiencia y profesionalidad) cobrando un caché de broma es algo que hace que me hierva la sangre.
Y ahí entra la responsabilidad de los propios músicos, como yo, que queremos hacernos escuchar a toda costa. Pero no sabemos que lo que estamos haciendo es echar piedras sobre nuestro propio tejado y enriqueciendo a otros a cambio de un minuto de ¿gloria?
Quizá deberíamos querernos un poquito más en ese aspecto. A mí no me importa tocar de vez en cuando y cobrar nada o casi nada, para gente que verdaderamente no tiene dinero para pagarme, o va a destinar sus fondos a una causa x que me parezca legítima, en fin, sin ánimo de lucro. Pero cuando hay gente al lado que está sacando pasta gansa del asunto, deberíamos estar más atentos y no dejarnos explotar, porque la responsabilidad recae también sobre nosotros. Tenemos que luchar por una repartición equitativa del dinero, hacernos respetar y sobre todo, respetar nuestro trabajo.

Porque la música es un trabajo y muchos se dejan la piel entregando su vida a ese trabajo. Piénsalo cada vez que veas a un músico tocando. Puede que sea un juego, sí, pero es el juego de toda una vida y, como dice mi amigo Pablo Penín, a los músicos no nos salen entrecots por las orejas cada vez que tocamos una canción… ¿o sí?