Uno va encontrando personas maravillosas en la vida. Las
ve poco y puede disfrutarlas con cuentagotas. Ayer tuve el placer de pasar la
tarde con la Jose, una de las cantantes más espectaculares y auténticas que he
tenido el placer de conocer, y escuchar su disco en primicia.
Josefina, la antidiva, con esa sencillez llena de luz, me
abre la puerta de su casa en Embajadores y me dice “Parece una casa del Opus
Dei, ¿verdad?”. Es curioso porque ella, tan anarquista, a mí me recuerda a
veces a una monjita, que lo da todo y se queda sin na…
Ya sentados a la vera de una litrona, comenzamos a charlar:
el mundo de la música está lleno de entresijos oscuros y La Jose los conoce
bien. Ha formado parte de muchos y muy variados proyectos, desde el flamenco
hasta el hip hop, y ha sabido mantener siempre su persona por encima de su ego.
Por eso nos llevamos bien, porque con ella no hay vuelta de hoja.
Ahora está
ultimando la producción de su primer disco en solitario, grabado junto a Víctor
Iniesta en la guitarra (ex Elbicho) y David
Cobo en la percusión. El disco cuenta también, cómo no, con la colaboración de lujo
de Miguel Campello, entre otros.
Empezamos a escuchar su trabajo, en el que convergen
estilos tradicionales que van desde el flamenco y la música sefardí, hasta la
jota. Y para qué nos vamos a engañar: el disco de La Jose es un disco raro, de
los que no se ven habitualmente. No es complaciente con el que lo oye: obliga al
espectador a tomar parte activa para encontrar todos los detalles, para
sumergirse en la atmósfera musical que conforma. Porque, ante todo, es un disco
místico, que nos va llevando poco a poco hacia Oriente hasta dejarnos en India.
La voz de La Jose sobresale por encima de lo demás, a
veces gitana y a veces paya, a veces soulera y a veces lírica, pero siempre auténtica. Esto se une a la honestidad de sus letras, que llaman a los
ancestros, a la tierra, como un mantra de agradecimiento, lleno de dolor y poesía, aderezadas con unas líneas de coros muy bien hechas, muy finas, que en muchas ocasiones acompañan en los obligados al resto de instrumentos.
La otra mitad del disco la conforman la guitarra y las composiciones de Víctor
Iniesta, en pasajes elegantes y arreglos muy cuidados, obra
artesanal, en los que se ve la impronta de un músico con un gran genio.
En definitiva, un disco de calidad, hecho con grandes
dosis de amor y de esfuerzo. No va a sonar en los 40 principales, y me alegro
de que eso no suceda.
Porque, amigos,
quitando honorables excepciones, en la radio ya no tienen ni puta idea de cuál
es la música que suena en la calle. De esa calle de la que salen grandes
artistas como La Jose.
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