lunes, 7 de marzo de 2011

Pero mira que eres tonto...

Sé que este blog peligra de convertirse en un lugar para las revanchas personales, pero hay ciertas cosas que, cuando las veo, se me revuelven las tripas. Como decía un franchute llamado Claude Chabrol “La tontería es infinitamente más fascinante que la inteligencia: la inteligencia tiene sus límites, la tontería no” y por eso me es imposible pasar por alto las gilipolleces que me voy encontrando, entre otros lugares, en la red. No voy a dar nombres porque señalar es de mala educación, y no es mi afán el de buscar enemigos, pero no creo ser la única persona indignada por la hondonada de memeces que están invadiendo mi tablón del facebook (un invento del Belcebú, está clarísimo).


La imbecilidad de algunos se abre paso, irremediablemente, a través de los teclados y las pantallas de nuestros ordenadores con una facilidad asombrosa. Están los iluminados que promueven la cultura con faltas de ortografía, los motivados que ponen en su tablón lo que les pasa cada cinco minutos y lo van actualizando, los que van de crecidos y te ponen todos los detalles de lo estupenda y cojonuda que es su vida, los que fardan de sus estúpidos éxitos que le importan un carajo a la gente, los capullos con grupos musicales que te mandan eventos continuamente (no, no voy a ir a tu concierto, pesado de mierda). También cabe destacar a los desvergonzados que cuelgan las 120 fotos de la fiesta de la noche anterior en las que salen borrachos, decrépitos, con los ojos nublados, mirando a la cámara con cara de gilipollas y con una copa en la mano (Punset hizo en su momento una acertada comparación de estas fotos con las de los chimpancés de National Geographic); los que mandan convocatorias de manifestaciones varias y luego se quedan en su casa (sí, amigos, ¿no conocéis la página web de Amnistía Internacional? Echa una firmita electrónica para liberar a los presos de Guantánamo, y acto seguido siéntate en tu confortable sofá del Ikea).


Lo sé, soy un antisocial, una traicionera rata de cloaca, y escribo esto sentado en (¡sí, camaradas, lo habéis adivinado!) un sofá del Ikea. Cuando termine de redactarlo, lo colgaré en mi blog (powered by google) y luego pondré un enlace en el facebook de mi grupo musical (en el que cuelgo eventos a tutiplén) para que todos vosotros podáis criticarme y constatar que yo también soy un mamón con el cerebro del tamaño de una aceituna. Pura vanidad, amigos. Nada más que pura y dura vanidad...


Os juro que no puedo esperar a ver cuánta gente pone un “me gusta”. ¡Qué emoción!

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