Mi
hermano está continuamente
discutiendo
con su novia.
Se
le puede oír gritando por el teléfono,
en
la cocina,
en
su habitación.
Muchos
días me despiertan los gritos
de
una discusión absurda
¡Ayer
te bebiste tres copas y yo dos!
¡Pero
yo pagué el taxi!
¡Estás
tonteando con mis amigas!
¡Mira
como has dejado mi cuarto, como una patera!
Así
dejan pasar el tiempo
cercenando
sus espítirus
malgastando
su saliva de forma inocua.
Me
los imagino dentro de veinte años,
más
viejos y más podridos,
mi
hermano con una barriga cervecera
y
ella con los dientes carcomidos y la piel amarillenta,
los
dos sentados frente a la televisión
discutiendo
por
cualquier gilipollez que se presente al caso,
con
un montón de hijos correteando por ahí
gritando
como energúmenos
y
un montón de facturas entrando como cohetes
por
el buzón...
¡Dios
mío,
cuánto
me alegro
de
que mi novia me haya dejado!
No hay comentarios:
Publicar un comentario