Empieza la campaña electoral, amigos!
Más derroche, más promesas, más parafernalia, más mentiras... caminando por Callao me encuentro un monstruoso escenario digno de los Rolling Stones; un equipo de unas treinta personas yendo y viniendo, colocando micrófonos, tirando cables, poniendo sillas, ajustando paneles... no me quiero imaginar el presupuesto que maneja esta gente... para vender humo.
Y no sé por qué me da que a estas alturas ya nadie se va a creer nada de lo que digan, da igual cuántos decibelios tengan sus altavoces y lo grandes que sean sus pantallas; me da que las siglas PP o PSOE ya no significan nada para la gran mayoría, ¿a quiénes van a votar, a los que se metieron en la crisis o a los que no saben salir de ella?¿Cómo van a confiar en organizaciones que recortan el gasto social alegando falta de medios y, al mismo tiempo, firman facturas millonarias para eventos electorales?¿Es que estamos tontos o qué?
Babilonia está a punto de estallar. Hay músicos pidiendo limosna cada diez metros desde Gran Vía hasta el Palacio Real, y mimos, y payasos, y tullidos, y mendigos que venden ceniceros hechos con latas de cerveza, y “voluntarios” de Greenpeace y Cruz Roja y Acnur y Adena que te culpan por el lamentable estado del planeta, y hombres-cartel amarillos rezando “se compra oro” en cada esquina. Todo esto para nada; un millón de profesiones inútiles manteniendo un sistema más inútil todavía, todos pendiendo de un hilo a punto de romperse, todos educados y bien plantados hasta que la bomba estalle, el castillo de naipes se derrumbe y se conviertan en animales furiosos y salvajes, y luchen a puñetazos, patadas y mordiscos, con los ojos inyectados en sangre, por una miserable brizna de pan.
Pensando en cosas tan agradables iba caminando por el metro y de pronto me ha asaltado un grupo de comerciales analfabetos que querían enseñarme a leer. Casualmente he recordado a mi profesor de Lengua en el instituto: a él le sudaba la polla que aprendiésemos a leer o no. Leer es tan importante como caminar pero nunca quisimos valorarlo. Este profesor nos parecía cojonudo porque no nos exigía nada, porque no se preocupaba de enseñarnos nada, y ahora veo a esos tipos vendiendo la virtud de la lectura como una mercancía y me imagino a alguno de mis excompañeros más palurdos de la clase gastando sus ahorros en aprender a leer o, incluso, trabajando en esa empresa, y me digo, ¿es que estamos tontos o qué?
Recuerdo, en este momento, que otro día hace no mucho, me asaltó un tipo del Círculo de Lectores intentando venderme libros que, evidentemente, ni siquiera había leído. Me decía títulos de Dostoievski y Proust y Poe y ni siquiera sabía explicarme de qué coño iba la historia. Otra vez un tipo de la mierda esa de CEAC intentó venderme un curso de psicología: cuando le pregunté por Freud me dijo que no sabía quién era ese hombre...
Ya, me he ido por las ramas, pero no os ofendáis: leer esto os sale gratis. Sólo reflexionaba acerca de lo absurdo que me parece todo hoy en día. Gente vendiendo a otra gente cosas que no necesitan para poder comprar lo que sí necesitan a otra gente que no se lo quiere vender; miles de toneladas de pan y fruta pudréndose en vertederos suizos o austriacos o españoles (vean el documental “We feed the world”) y millones de personas muriéndose de hambre en el otro extremo del planeta. El que fabrica tus zapatos camina descalzo. Piénsalo.
Y eso es todo por hoy.
2 comentarios:
Me has conmovido el corazón. jaja
Directo, claro y a la mandíbula. Estupendo
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